NEZAHUALCOYOTL, Méx., diciembre 6 (ELUNIVERSAL).- Se acabó el amor en su hogar y buscó afuera sólo placer, en un lugar donde muchos compran caricias.

Besos y abrazos fingidos recibió a cambio de billetes que repartía.

“La verdad que ni sé cuándo haya contraído el VIH. Sólo sé que desde hace más de cuatro años que estoy en tratamiento”, narró Miguel, un comerciante de 58 años de edad quien se contagió con alguna de las sexoservidoras que solía contratar de manera frecuente en la zona de La Merced, en el Distrito Federal, con quienes tenía relaciones sin protección alguna.

Una comezón intensa en todo el cuerpo, incluido su pene, a la que le siguieron granos, fue el aviso de que algo malo le ocurría. Un urólogo le mandó medicamentos pero sus afecciones no cedieron después de un mes de tratamiento.

Otro médico le recomendó hacerse otros estudios que revelaron la noticia que se imaginaba pero que no quería escuchar: estaba infectado de VIH.

“Momentáneamente me impactó saber que era portador del virus, porque sabía que no iba a sobrevivir porque la gente con esta enfermedad se moría, no duraba uno mucho tiempo”, recordó.

Lo enviaron al Centro Ambulatorio de Prevención y Atención del VIH/ Sida e Infecciones de Transmisión Sexual (Capacits) de Nezahualcóyotl, donde le salvaron la vida.

“Con el tratamiento que me han dado mi vida ha sido normal, simplemente me retiré de los desvelos, de las malas alimentaciones y de los excesos de alcohol”, contó.

Miguel ahora es “indetectable” porque los estudios de sangre que le han realizado últimamente no han revelado la existencia del VIH, aunque siempre dice que lo tendrá en su cuerpo.

El amor que buscaba en otras mujeres que lo complacían por el dinero que les daba, finalmente lo encontró en sus tres hijos, quienes le han dado además su respaldo moral y afectivo, ese que no se compra con nada.